El día en el que arriaron la estelada
casi llovía, el cielo estaba gris.
Un hombre en la escalera descolgaba
las barras y la estrella apagada,
bandera del oprobio y del dolor,
de la traición y de la imposición,
de los derechos rotos, vulnerados,
del sufrimiento, del puño apretado.
También de nuestra determinación,
de la paciencia, esfuerzo y del tesón.
Baja del mástil el trozo de tela
que nos quiere romper.
Que ese palo seco y vacío nos muestre
cómo a veces el mal no prevalece,
cómo a veces los buenos se mantienen,
resisten, se unen y también vencen.
Que llegue el día en que en esa madera
agite el viento la otra bandera,
la que nos una en paz,
la que nos traiga la prosperidad,
la que nos de justicia y libertad.
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