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jueves, 5 de julio de 2012

Junto al mar


(Edward Gordon, "Wind From the Sea")


Las personas acomodadas descansan a la orilla del mar,
toman cócteles con vistas a la arena, a los espejos azules,
el sol no les broncea bajo sombrillas cimbreantes.
Gafas de sol y ropas de lino sobre cuerpos sanos, delgados;
las manos juegan con copas delicadas y los labios definen
el contorno inmaculado de ambrosías sutiles, exquisitas.
La tarde perfecta se suspende durante instantes eternos;
los cuerpos tiemblan en la brisa que entra por la ventana abierta,
espaldas y pechos yacen sobre sábanas blanqueadas,
en habitaciones de cortinas mecidas por el aire limpio
que sopla venturoso desde las aguas rielantes del océano.

Es el océano negro cuando llega la noche,
las estrellas lejanas tililan como esperanzas.
Angustia la vigilia por el sol de la mañana.
Aspiramos con fuerza el aire en busca del olor
de jazmines y de galanes; de sal y de hierba; los olores.
La fiesta ha concluido y un cuerpo agotado yace
sudoroso entre sábanas frías junto a la ventana abierta.
Se agita mojado al son de los cristales movidos por el viento.
El gusano ya ha comenzado a trazar su camino serpenteante;
desde la punta del pie, liada entre arrugas creadas en sueños,
por el centro de la pierna retorcida, acalambrada, atrapada;
a través de la ingle exangue, abandonada; hasta la cabeza.

El cuerpo se vuelve fardo y montura
cuando la nada envuelve el corazón
que late perdida ya la razón
en medio de la noche más oscura.
Quien aguarda la cita que más dura
enloquece al oír una canción,
se estremece con la carnal pasión,
sufre al verse al final de su andadura.
Tendido en el lecho pasan las horas
lentas, dolorosas; plomo en las sienes.
Aguarda las mañanas cegadoras;
cuenta lo que has ganado, lo que tienes.
El día no temas; las turbadoras
presencias te dicen: "ahora vienes".

Fluyen los recuerdos que en ti retienes:
reloj azul de incomprensibles horas,
leves sonrisas estremecedoras,
lluvia en la carretera de Cancienes,
autobús y paisaje; te entretienes.
Camino entre sombras retadoras,
las manos blancas, tranquilizadoras,
mecen y mecen primeros vaivenes.
Sueños que abandonan el corazón,
cruzan veloces la empapada frente
y dejan entre seda y algodón
al glorioso y putrefacto durmiente.
Penetra la brisa por el balcón
y posa sus manos en el muriente.

El primer rayo de la mañana, rojo, no es aún suficiente;
solamente cuando el sol luce en el cielo y el agua brilla
se levanta el hombre acomodado de su letargo.
La brisa del mar trae perfumes salados y frescos,
el zumo está junto a su mano y un cuerpo suave a su lado.
Ha despertado.



viernes, 23 de marzo de 2012

Melancolía

En un instante,
no sabes bien por qué,
el mundo es otro.
Te toca lo inefable.
Ves las cosas que son.
Pasan campos nevados
que ya no pisarás.
Inútiles se agitan
rostros y pechos
en los que tu cabeza
ya no descansará.
Ansías una mano,
una caricia,
el calor de un abrazo,
la noche, la mañana,
atardecer.
Ansías cosas
que no serán
y sin embargo
una gran paz
te rodea y conforta.
Todo lo que es
puede ser observado,
Todo lo que hay
está esperando.
Solo pudes mirar,
pero no importa ya.
Casi todo ha concluido
y así ha de ser
en el preludio
al no ser.
Pero no aún,
que cristalina
la vida fulge
hermosa y deseable,
con un brillo postrero
violeta y lento.
Justo en el límite
todo lo ves.
Por un momento
sabes qué es
no ser.








domingo, 4 de diciembre de 2011

Amarillo


Te derramas ingenuamente sobre el asfalto
entre las sombras de luces tenues,
tu borde redondeado por el amarillo
de las farolas y de las cuevas en que habitan
los otros.
Amarillean las riberas escarpadas
de hogares inaccesibles.
Caminar por lo profundo en la ciudad inabarcable
y diluïrse.
No hay viento que arrastre los fragmentos de un yo desnudo.
Se funden las aristas y se mezclan las formas;
dejarás que el aire sólido penetre tu inexistencia
al igual que la luz atraviesa el cristal.
Eres solo una cifra en una matriz inabarcable,
un número que nadie conoce, que no existe;
el número secreto, sagrado.
El flujo de lo que es agota tu inteligencia;
armonías inescrutables, bailes inconsecuentes.
Sabes que alguien lo entiende,
que alguien comprende;
el que deshace imágenes, quizás.
Por desgracia, las imágenes quieren ser.
Te fundes con las gentes y con los edificios,
amarillean las riberas escarpadas
y te diluyes, casi hasta desaparecer.








domingo, 6 de febrero de 2011

Mercado

En la mañana fría,
en medio de pirámides
de berenjenas, coles y naranjas;
patatas, lechugas, pimientos verdes;
en medio de puestos que giran,
en medio de fracasos inconscientes;
en medio de sonrisas ladinas,
de gritos desmesurados;
de gruñidos animales
de ropa sin lavar,
en medio del sudor,
en medio de rosas falsificadas;
en medio de lo que llaman vida,
un fragmento entre sangre y estertores.
En medio del mercado
alzo la vista al cielo.
Tras las fachadas descuidadas
se adivinan los retretes y la mierda;
en medio de las pirámides de berenjenas,
de lechugas, coles y patatas;
en medio de los puestos que giran.
En medio de todo eso
siento el cuchillo y la náusea;
y prefiero el cuchillo frío,
el cuchillo afilado;
prefiero la sangre limpia
al pus, al vómito, a los excrementos;
prefiero la sangre como agua fría
a viscosas excreciones.
Lo prefiero.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Junto al mar

Las personas acomodadas descansan a la orilla del mar,
toman cócteles con vistas a la arena, a los espejos azules;
y el sol no les broncea bajo sombrillas cimbreantes.
Gafas de sol y ropas de lino sobre cuerpos sanos, delgados;
las manos juegan con copas delicadas y los labios definen
el contorno inmaculado de ambrosías sutiles, exquisitas.
La tarde perfecta se suspende durante instantes eternos;
los cuerpos tiemblan en la brisa que entra por la ventana abierta,
espaldas y pechos yacen sobre sábanas blanqueadas,
en habitaciones de cortinas mecidas por el aire limpio
que sopla venturoso desde las aguas rielantes del océano.

Es el océano negro cuando llega la noche,
las estrellas lejanas tililan como esperanzas.
Angustia la vigilia por el sol de la mañana.
Aspiramos con fuerza el aire en busca del olor
de jazmines y de galanes; de sal y de hierba; los olores.
La fiesta ha concluido y un cuerpo agotado yace
sudoroso entre sábanas frías junto a la ventana abierta.
Cimbrea mojado al son de los cristales movidos por el viento.
El gusano ya ha comenzado a trazar su camino serpenteante;
desde la punta del pie, liada entre arrugas creadas en sueños,
por el centro de la pierna retorcida, acalambrada, atrapada;
a través de la ingle exangue, abandonada; hasta la cabeza.

El cuerpo se vuelve fardo y montura
cuando la nada envuelve el corazón
que late perdida ya la razón
en medio de la noche más oscura.
Quien aguarda la cita que más dura
enloquece al oír una canción,
se estremece con la carnal pasión,
sufre al verse al final de su andadura.
Tendido en el lecho pasan las horas
lentas, dolorosas; plomo en las sienes.
Aguarda las mañanas cegadoras;
cuenta lo que has ganado, lo que tienes.
El día no temas; las turbadoras
presencias te dicen: "ahora vienes".

El primer rayo de la mañana, rojo, no es aún suficiente;
solamente cuando el sol luce en el cielo y el agua brilla
se levanta el hombre acomodado de su letargo.
La brisa del mar trae perfumes salados y frescos,
el zumo está junto a su mano y un cuerpo suave a su lado.
Ha despertado.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Todos nosotros

Esto lo escribí hace un tiempo. Hace poco lo he retocado. Aquí está la nueva versión.

Se arraciman encogollados sobre ocres barras de hierro
y gritarían su tristeza al viento
si aún soplara entre las basuras.
Un cielo oscuro contra el mar inmóvil.
Las noches sin luna todo lo engullen.
Vomitan su negro sobre farolas de luces amarillas,
sobre ciudades de alquitrán y cemento.
El mundo se rasca los piojos apelotonados en su cabeza,
como manadas de cebras
huyendo de uñas grasientas.
Crecieron, se multiplicaron y movieron,
llegaban hasta el mar y se preguntaban
¿no hay más? y allí se amontonaban.
Perdieron el recuerdo del calor de los bosques,
el sabor de la sangre en las manzanas.
Olvidaron el crepúsculo en las tendidas praderas,
el aire en el rostro, el cielo sobre la cabeza.
Escaleras estrechas, letras en los ascensores.
"Sí cabemos, nos apretamos".
Intimidad sobre el linóleo despegado;
cebolla, brillantina y heces;
ojos húmedos, furtivos, indiferentes;
cáscaras que se repelen.
Chabolas con suelo de tierra preceden a las paredes de doble papel,
las ratas quedan atrás y debajo;
resbalan en pulidas tuberías de acero
que llevan el gas a quienes viven encogollados sobre ocres barras de hierro
y mueren en la noche de llamas y explosiones,
igual que poemas inacabados.

En días muy tristes y, por desgracia, casi indiferentes.



lunes, 8 de noviembre de 2010

Pradera

Al viento cuando vuelva
decidle que soy
aire insubstancial.
Mi mano toca el cuero,
la cincha y la rienda.
Siento el latido,
el olor en la grupa,
los cascos que golpean.
Me sostiene la tierra.
El frío en la cara,
la luz en los ojos.
Ya vuelo ahora,
jinete sobre la hierba,
pradera sin final.