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domingo, 26 de julio de 2020

Temporal

Hay un día terrible
en que todo se vuelve temporal.
Y no solo temporal.
Vacío, hueco, sin sentido.
Ese día miras a tu pasado,
repasas lo que creías eterno,
lo miras como entonces lo veías
y al suelo se cae, dedos abiertos.
Ese día te fijas en lo que te rodea,
Tus ojos se paran en cierto libro,
en una pluma, un dibujo o un espejo
y lo ven ya olvidado,
o definitivamente perdido,
sin que nadie ya sepa
como temblaste o lloraste al abrir
infantil envoltorio,
sofisticado lazo
o la caja del regalo
que el padre, la madre, la esposa o el hijo
algún día lejano
con cariño te hizo.
Ese día sabes
que lo que ahora proteges
se perderá sin remedio.
Ese día sabes
que toda tu vida
no tiene más sentido
que el que tiene un pajarillo.
Ese día adivinas
que tu casa será de otro,
que alguien tus trajes regalará,
que tu biblioteca se deshará,
que tus ordenadores se vaciarán
que tus hijos ya no hablarán de ti,
Ese día sientes
como el tiempo te cubre
hasta desaparecer.
Ese día es el día
en que...

domingo, 5 de julio de 2020

Fiesta

Sabes que lo mejor llega al final.
Todavía un momento
cuando las conversaciones decaigan
como velas sin aire.
Cuando ahí parezca que todo acabe,
se abrirán las ventanas
y saldrá el humo denso del tabaco,
el olor a sudor,
espesos deseos insatisfechos.
Volverás a ser joven,
modulable, voluble.
Las señales no tendrán importancia.
Serán borradas como
tatuajes infantiles.
Ese será el instante en que consigas
ver la luz triangular,
rozar con suavidad
los cálidos contornos
de pieles tersas.
Ese será el instante
de conocer
el temblor de la vida que termina,
que en su pulsión final
permite adivinar
cómo será
lo que nos seguirá.
Ansías ese fresco recoveco
de infantiles recuerdos,
amores desdichados,
tardes tranquilas,
caricias y miradas,
viajes de vacaciones,
perfiles atisbados en el metro,
tardes felices de nervios y lluvia.
Ansías que la vida no se acabe,
que aún te den un mes,
unas semanas y poder llegar
a la cita y a la mirada amiga,
a las primeras olas,
a eso que adivinas
que quieres conservar;
a eso que decides
guardar para evocar
en el segundo que acaba la cuenta,
ese último segundo que dura
toda la eternidad.
En el hombro te roza una mano.
La cabeza se vuelve a la señora.
Una sonrisa amable,
la indicación sutil,
la mirada hacia la puerta abierta.
La fiesta acaba ya.
Una disculpa y un beso furtivo.
Así ha sido el final.
Esa mirada fría, esa puerta.
Ya no hay más.
Se borran los infantiles recuerdos,
Se borran besos y abrazos antiguos.
No habrá ni mirada amiga,
ni ese instante especial.
No habrá esa oportunidad final.
No habrá una última Navidad
ni hojas ocres que en otoño caen.
No habrá calor en el postrer verano,
ni flores que en mayo abren.
La lluvia de abril hará de telón.
Un cadáver, un número y un año.
No quieren nada más;
el resto estorba, sobra.
Molestan las semanas que podrías
aún haber vivido.
Al cadáver conceden
lo que a tí te negaron.
Unas semanas más
que te permitirían
preguntarle a la vida
si esta te daría,
por cariño, por pena o simpatía
un último destello,
pleno, brillante,
intenso y penetrante,
pura felicidad.