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Libre

miércoles, 17 de febrero de 2010

Deshacer y ser

Si te pudieras deshacer y ser
¿acaso habría una mayor dicha?
Es el mundo ataúd de la desdicha
que te asola ya antes de nacer,
cuando te destinaron a yacer
lejos de donde reinaba la bicha,
condenado a ser una mera ficha,
pero capaz de todo comprender.
El silencio se extiende en el vacío,
parpadean estrellas solitarias
en la noche creciente. Nada mío
en estas soledades esteparias
anegadas en tu ausencia y el frío,
abandonadas ruinas milenarias.

domingo, 14 de febrero de 2010

Último

El cielo es negro;
la tierra, dura
y tú estás solo
con tu desdicha.
El dolor es la vida
en esta noche húmeda,
tan fría.
Sin dolor nada habría.
Sostiene tu dolor
ese pino agitado por el viento,
y nubes desgarradas en el cielo
bajo el azogue del espejo negro.
Hoy no hay luna
ni estrellas.
Quizás mañana brille otro sol;
pero ¿quién lo verá?
si yo,
el último,
no llego a despertar.

jueves, 11 de febrero de 2010

Pasajero ingenuo

Noche de madrugada,
sentado, cobijado.
Suenan palabras mágicas.
"Tripulación";
la voz articulada,
miel y agua lejana.
"cerramos puertas,
armamos rampas".
Luz blanca en la cabina,
se inicia rodadura, traqueteo,
"chaleco salvavidas, en su asiento".
Los mimos blancos, rojos y amarillos;
actúan sin sentido.
"entrando en pista
para el despegue".
Esa aceleración,
ese empujón,
ese disparo.
Ya se eleva el avión,
volamos;
flota el estómago
la cabeza se va.
Ahora ya no somos
más que un punto cosido en el azul.
Vuela, vuela el avión.
No importa
de dónde viene,
a dónde irá,
lo único que importa
es el azul
del cielo y del mar,
lo único que importa,
¡volar!

lunes, 8 de febrero de 2010

En el aeropuerto

I
Madrugada

Silencioso y cálido aeropuerto,
estanque de madera congelado
de tablas y metal entreverado;
cuerpo de hierros hacia el techo abierto,
piernas que soportan el peso muerto
del edificio al cielo consagrado
por donde me arrastro aún destemplado
sin ganas, sin destino o rumbo cierto.
Hastío de los pocos que ocupamos
las sillas grises junto a la salida.
Sabemos que hoy tampoco nos vamos,
que de aquí no es posible nuestra huida.
Es ésta prisión en la que moramos
los necios vencedores de la vida.


II
Desayuno

Verde, rojo y blanco son los colores
que me vacían hoy, en la mañana
aséptica, fría y estéril, vana.
De colonias se mezclan los olores,
del café y del zumo los sabores.
Personas delgadas, comida sana;
miradas que se cruzan con desgana
altivos y elegantes triunfadores.
Quisiera pensar que eres distinta,
un hada, una puerta al mundo real,
de mil aventuras papel y tinta,
singular punto espacio temporal
que en mí romperá el lazo de la cinta
que ata con fuerza el alma mortal.


III
Divers

De libros las pirámides perfectas,
calladas y solemnes, en silencio,
aguardan, esperan ver qué sentencio.
Las dependientas miran circunspectas
mientras hojeo páginas selectas.
Con gesto grave leo y diferencio
entre los autores que reverencio
y las novedades sobre las sectas,
panfletos de gurús y mucho más.
Ofertas que chispean y relucen.
¿Con cuál de estas obras me guiarás?
Imagino tus manos, me conducen
por letras que no leeré jamás;
vuelven los fantasmas, se reproducen.

viernes, 5 de febrero de 2010

Azul

Si miro dentro de mí,
en mi centro
¿qué veo?
un hueco, un vacío oscuro.
Si miro al vacío,
a ese vacío oscuro
¿qué encuentro?
una caverna, una caverna
donde mi voz se pierde
en ecos reverberantes.
Si exploro la caverna,
la caverna reverberante
¿a dónde llego?
a un pozo, a un pozo profundo.
Si me atreviera a mirar
al fondo del pozo,
en la caverna que hay en el hueco
que se abre en mi centro.
Si mirara
¿qué vería?
Una luz,
una luz primero tenue,
un amanecer,
un nuevo amanecer,
la luz de un nuevo amanecer,
azul.

lunes, 1 de febrero de 2010

Eterna mortalidad

Mucho ha pasado en el mundo,
mucho ha pasado y no he visto.
Dicen que una vez
hubo faraones,
que hubo constructores
de enormes pirámides;
que hubo guerras violentas
(¿acaso las hay pacíficas?);
una vez hubo un campesino
que cultivaba tierras junto al Nilo
y murió ahogado al volver
una noche a su hogar;
hubo una muchacha
que besó a su novio
y con él se casó;
hubo una vez un sacerdote
que ofrecía sacrificios
a un dios olvidado
en Asia Central.
Hubo un ferrocarril
que descarriló en Santa Clara.
Hubo una mina que se hundió,
hubo un rojo anochecer
calmo y sereno
y un anciano que lo vio
y lloró.
Hubo una vez un mar
que se enrabietó
y un niño junto a la playa
se asustó.
Hubo una vez una emperatriz
que amaba a su criada,
y nunca nadie se enteró.
Hubo un incendio que duró mil años;
eso fue hace tanto tiempo
que nadie lo recuerda
porque nadie había
nacido ya;
tan solo había lluvia, viento, nieve,
relámpagos a veces.
Hubo tantas cosas grandiosas,
tantas cosas pequeñas,
tanto amor, tanta belleza,
tanto dolor, tanta vida
tantas cosas que ni me rozaron.
Habrá tantas cosas, tantas,
cuando yo ya me haya ido,
tantas cosas que me hacen llorar
esta noche, aquí,
al borde del más inmenso mar.
Aquí, donde nos juntamos
tantos dioses desventurados,
soledad contra soledad,
carne con carne virtual;
infinita, eterna mortalidad.