El silencio aquieta las aguas.
Como mancha de petróleo
se extiende sobre el mar;
llega a la costa;
muerde la arena,
blanca y viscosa;
vuelan gaviotas negras
sobre el océano muerto.
Lástima
Descuenta lo que has hecho.
Arranca las hojas
que ocultan lo negro.
Guarda los recuerdos.
Te engañan diciendo
que eres eterno.
Un vacío sólido
aguarda que te llenes
de nuevo.
Al viento cuando vuelva
decidle que soy
aire insubstancial.
Mi mano toca el cuero,
la cincha y la rienda.
Siento el latido,
el olor en la grupa,
los cascos que golpean.
Me sostiene la tierra.
El frío en la cara,
la luz en los ojos.
Ya vuelo ahora,
jinete sobre la hierba,
pradera sin final.
Últimamente todo me viene de los demás. De nuevo ha sido una entrada en un blog ("Perplejo" en el blog "Las palabras y los días" de Susana Corullón) la que me ha inspirado este comentario que rescato para aquí:
El silencio aquieta las aguas como una mancha de petróleo; se extiende sobre el mar, llega a la costa, muerde la arena, blanca y viscosa; vuelan gaviotas negras sobre el océano muerto. Lástima.
Qué triste contemplar en el muelle vacío la sombra del navío que enfila hacia el mar. "Los barcos se hacen para navegar", masculla un marinero que ve al niño llorar "¿y ahora a dónde va?" "Eso no importa, lo que cuenta es viajar".
Pensaba que era feliz; absurdamente feliz. Y un día, leyendo un poema, sentí los ojos llenos de agua. "La emoción me llena", pensaba. Y me engañaba. Me abrí la camisa, descosí el pecho y un montón de fango cayó sobre el pantalón.
Cuando finalmente, oh diosa, te dignes a visitarme encontraras las puertas cerradas, los muros cubiertos de escarcha. Tan sólo el vaho responderá a tu aliento. El hielo será tu compañero. Yo, entretanto, te esperaré, inmóvil, con el corazón en la mano,