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lunes, 28 de abril de 2025

Tarde, noche, mañana

Rozar el cenit de la primavera
una tarde cualquiera junto al mar.
Lanzar la vista al horizonte azul
sin prisas y sin urgencias.
La ciudad, el paseo, las montañas,
los muros desconchados de las tascas,
la luz que reverbera en el agua,
un joven que se impulsa sobre patines,
dos mujeres que charlan descuidadas
-una se ajusta el pliegue de la falda,
otra se aparta un rizo de la cara-,
la arena suave un poco más allá...
Todo es solo para que lo vea,
para que mil años después de ahora
recuerde esta tarde sin urgencias,
sereno soplo de normalidad,
anhelo de recuerdos renovados,
aquella remota tranquilidad.
Ningún día es perfecto,
pero este que ahora se encamina,
firme e imperturbable,
hasta la noche de su terminar,
podría ser uno de esos raros
que, quizás, alcancen a perdurar.

Pero llega lo negro.
En el patio las azucenas tiemblan,
allá a lo lejos un destello gris,
estremecimiento, infelicidad.
Se cierran las entrañas,
un dolor en el pecho, malestar.
Papel que un instante levanta el viento,
se agita, cae, volver a empezar.
Sueño entrecortado, incomodidad.
Mirar de frente a la felicidad,
apurar cada segundo de luz,
cada soplo de pura claridad.
Olvidar que, traspasado el ocaso,
llega la oscuridad
y, una vez en ella, envuelto en la noche,
repetir como en un salmo pascual.
"Esto que llega, al final pasará,
esto que sufro, terminará"
Cuando no hay ni sol ni luna ni estrellas,
mirar dentro y pensar:
"Queda poco, muy poco
para que vuelva, calma, la mirada;
regrese el corazón a la pupila,
se envuelvan en la luz cabello y rostro,
felicidad".

Dulce mañana de primavera,
algunas nubes lejanas,
restos de lluvia nocturna,
risas, salidas triviales;
limón en el zumo de naranja,
cereales, tostadas, mantequilla...
Todo tiene un sentido profundo,
retazos de tragedia olvidados
secretos sentidos compartidos.
Una mirada sostiene el mundo.
La casa, el patio, la calle.
En tus pupilas reflejo,
solo eso es la realidad.
Agita tu ira nuestro corazón,
se calma con tu silencio sereno.
Es esperanza tu felicidad,
angustia tu profundo malestar.
Déjanos soportarte, ¡oh primavera
de nuestro cierto y triste declinar!
Sol y lluvia, nubes y oscuridad,
tiempo cambiante, sombras, luces, paz.
Que contemplemos con igual desdén,
las tardes luminosas y perfectas,
las noches tristes y desesperadas,
vida al final.
 


martes, 24 de diciembre de 2024

El final del año (Navidad 2024)




Tardes de otoño que espesan la sangre,
silencian a los pájaros, vuelven grises los montes;
tardes que dejan las casas vacías,
habitaciones blancas; ventanales al bosque.
Reverbera el silencio en las paredes
que el aire frío pule con paciencia.
La oscuridad penetra en las estancias,
la noche crece, se solidifica.
Es la tristeza luz de la verdad;
enciende las memorias, desgarra la esperanza;
fría llama de hielo, blancos huesos.
Una luna sin sombra; un sol que luce negro.
En los días más breves todo es nítido.
La vida no tiene adornos,
lo finito te rodea,
el horizonte se acerca,
se vuelve liviano el aire,
unos y otros se alejan.

Préstame noche, la luz del hogar;
de la infancia el recuerdo, del ruido la armonía,
de nuevo el anhelo de eternidad;
universo infinito; un tiempo sin final.
Besos, manos, mejillas que se juntan,
aroma de langostinos y cava,
brazos que se te rodean al llegar
y se agitan contra la oscuridad.
El mundo acaba en la sala de estar.
Un dulce dormitar, del reloj la cadencia;
regalos por el suelo, una copa vacía;
farolas en el patio, una charla trivial.
Nos conceden estos días certezas,
certezas repetidas
desde el llanto inicial.
Cabellos que se mezclan,
olores compartidos,
la paz en el hogar.

Aguardan a la noche en las trincheras,
hace crujir el viento hojas y ramas;
esperan que comience la batalla,
la batalla final.
En ese campo oscuro,
en el filo entre la noche y el día,
una velada única, especial.
Las noches, al final, se acortarán;
el día, en su momento, se impondrá.
Todo tendrá sentido,
se secarán las húmedas mejillas,
será corta la sombra al mediodía,
se detendrán los coches ante el rojo;
nada malo o terrible pasará.
Esto nos regala la Navidad.
Toma ingenuo el mensaje,
exhibe la inocencia
tanto tiempo olvidada.
No repares en cálculos,
cubre la desazón,
domestica la rabia,
adquiere comprensión,
degusta los turrones,
sonríe, brinda, entorna la mirada,
date permiso, déjate llevar.
No somos más que polvo,
polvo que errante va;
pero, de vez en cuando,
aún rodeados de oscuridad,
un destello de luz te encontrará,
serás por un instante puro espejo
un vibrante reflejo, claridad.
Goza de ese momento
antes de volver a la eternidad.
Esto es lo que nos dan en este día.
Te deseo que seas feliz en Navidad.

domingo, 9 de abril de 2023

Trinchera

Un pecho de cristal,
quebrado como el protegepantallas
de un teléfono móvil.
Tras él, solo el vacío.
Puedo llenarlo con lo que no ha sido,
con salidas y riñas, con parejas
que no han venido a casa temblorosas,
con escapadas de fin de semana
y la llave alegre y tintineante
de un coche limpio de segunda mano.
Podría llenarlo de mil imágenes
para ahogarme en la melancolía;
pero la carne no regresaría.
El músculo y la grasa seguirían
ausentes.
                Unas mujeres sentadas
al sol tranquilo de la tarde plena.
Una vida que se acaba.
Sería fácil clavarse en la tierra
de una trinchera entre los bosques
de Ucrania.
                    Bajo las balas y bombas,
tan solo esperando una explosión
que te reduzca a la nada que ya
eres.



domingo, 22 de enero de 2023

Habitaciones clausuradas


Esas habitaciones clausuradas,
con vistas a jardines otoñales,
polvo, hojas de papel en el suelo,
el cristal de una vitrina abierta...
Afuera llueve, pero tú has cerrado
la puerta de la estancia.
No volverás a ver las hojas en el suelo,
las ramas de los sauces movidas por el viento.
El sillón de nuevo no será asiento.
La mano apenas roza la madera,
Lo que hay tras ella ya te has ajeno.
Tu corazón se ha hecho más pequeño.
Cada cuarto que cierras,
emboza tu alma, te quita un sueño.
La vida sin paisajes es sencilla.
Uno y otro latido se separan,
las palabras no suenan,
mueren entre el paladar y la lengua.
Pronto desaparecerán también 
de las entrañas y de la cabeza.
La casa está en silencio.
Te reconforta el frío que penetra
hasta los huesos por la piel abierta.
Vuelven aún aquellas horas de algarabía,
de carreras y gritos, de sutiles desdichas.
Claridad matinal que atraviesa el pasillo
cruzando las ventanas y los quicios,
reflejos de amapolas en los muros.
Recuerdas entenderlo casi todo
y casi todo, entero, compartirlo.
Ahora las puertas están cerradas.
Una vida entera no bastaría
para que la luz llegara a alcanzar
el muro impenetrable de lo que fue mi hogar.
Ser oscuro y callado,
flotar en el vació,
y dejarse llevar.
Ninguna tristeza te romperá,
no habrá dolor que te llegue a matar
ni fracaso que te haga llorar.
Vivir
sin esperanza que te decepcione,
sin alegría que puedas perder,
sin el temblor de un secreto placer.
Las habitaciones abandonadas;
un pasillo, un cuarto, también un baño;
un pequeño universo.
Ser otro que sospechas en tu alma,
permitir que te arrastre el no existir.
Parece sencillo ser sin ventanas,
clausurar las estancias y dejarse llevar.
El vértigo de no volver a entrar,
de olvidar los papeles en el suelo
y las ramas de los sauces al viento.
Parece tan sencillo...
No hoy, quizás mañana.



domingo, 8 de agosto de 2021

Felicidad



Ven cuando se adivina la penumbra,
cuando se desvanecen los colores,
cuando la noche llega del este
y en el cielo se mezclan
el día que ya fue,
la noche, otra mañana cercana.
En la rotonda se cruzan las luces
de coches que vienen de tantos sitios;
de donde veníamos ya cansados
a esta misma hora de la tarde
con amargor en los labios, vacío
helado y seco, muerto, derrotado.
De donde venimos ahora raudos,
con la sonrisa en la boca y ya llenas
las manos de postales que enviaremos
a entrañables compañeros soñados
en hermosos universos de plástico.
Un futuro perfecto reservado
en un pasado gozoso, olvidado.
Ven cuando no haya ninguna luz,
cuando lo que vemos es un reflejo,
una recreación,
tan solo un sueño.
Juntemos las cosas que aún tenemos,
contemos monedas de veinte céntimos,
libros infantiles y las memorias
que para nosotros nos inventamos.
Deja que la noche se vuelva blanca,
que se desvanezcan esas estrellas
que nunca contemplábamos,
que la hierba se torne celofán
y que nos quedemos solos
como cuando empezamos.
Sabemos que el tiempo no volverá
a aquella cena final,
una mirada seria y asustada,
el fin de unos años.
Lo que hemos perdido está enterrado,
dejemos que se pudra,
que se mezcle en la tierra
unido a las raíces del olivo,
al olor del jazmín en el verano.
Que su fragancia amarga nos envuelva
en las noches templadas del otoño,
que se macere en nuestros corazones
con risas y placeres y recuerdos
hasta que el sufrimiento se transforme
en trago familiar y cotidiano.
El mundo habrá cambiado.
Osaremos cortar el grueso lazo
que envuelve el paquete que no esperábamos.
Abriremos la caja de cartón,
tiraremos al suelo los papeles
y extenderemos manos impacientes.
Danos, Señor, aceptar el regalo.
En la vida no hay nada que no sea
pura felicidad.



lunes, 29 de junio de 2020

Vida

Las cosas no son como eran antes.
Vaho en los cristales, agua turbia, polvo.
Hay una baldosa alta y levantada,
una grieta en la pared alisada,
un temblor, calor o frío a destiempo.
La vida supo esperar el momento
de abrir hostilidades.
Sin grandes aspavientos,
leve morosidad,
mañana de domingo.
Supo esperar el día
de bombardear los buques anclados
-las velas al pairo, bien engalanados,
vigías dormidos, cañones guardados-
tranquila la playa de nuestra alegría,
allí donde el corazón aguardaba
un día sin sorpresas,
una noche tranquila,
una muerte feliz,
una tumba sencilla,
una herencia pacífica.
La vida supo aguardar el momento
de la caricia áspera
que con su dedo índice
nos regala la mano,
pálida y seca,
de un esqueleto.
No te derrumbas.
No se permite
tal cosa.
Permaneces en pie.
Quieto.
Detenido en un semáforo en verde
mientras que otro sigue
en el fluir de la calle,
en el sol de la tarde,
sabiendo ya perdida,
la muerte feliz,
la tumba sencilla,
la herencia pacífica.
Sea pues, amiga.
Aquí nos tienes,
derrotado y perdido,
sintiendo al fin
lo que vale un día
sin lágrimas ni sangre.
Un día que no espera
otra tarde de dicha.
Aquí me tienes
aguardando
otro golpe, más lágrimas
y la esperanza,
que nada acabe antes
que el fin de nuestra dicha.


domingo, 1 de mayo de 2016

Dolor

Dicen que no te encuentran
en el dolor,
la injusticia, la pérdida.
Dicen que no te encuentran,
que si existieras
no lo permitirías.
Confieso.
Veo el horror y pienso:
"No dejes que pase, que a mí me pase".
Y luego... enseguida:
"Pero, si ha sucedido,
si un niño ha muerto
o ha sido herido,
tú ya has sufrido".
Esa herida que tú y yo compartimos,
inexplicable lágrima,
angustia cierta,
pena lejana.
Esta herida que hermana
es mano extraña
que penetra, acaricia,
que nos une contigo.
En el dolor te veo
sufriendo, así lo siento.
Porque si tú no fueras
quien el dolor comparte,
si tú no fueras...
¡Sé pues, hermano!
Del dolor danos
lo que nos hace humanos.