La ola que golpea el acantilado,
el pino que en la montaña se mece,
el castaño que en el valle envejece;
simples reflejos del Mundo vedado.
Un recuerdo antiguo le ha despertado.
Ya desde lo hondo el espíritu crece;
a su paso la roca se estremece,
tiembla el aire al percibirse encarnado
Se abrazan los amantes entre helechos;
sus cuerpos desnudos, humedecidos,
descansan junto al río satisfechos.
No saben que donde yacen, perdidos,
agua, mar y fuego son de nuevo hechos
y están en su amor por un dios servidos.
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