Dicen que Yahveh era una montaña.
Hay quien piensa que las olas que rompen
en los acantilados de la muerte
traen nuevas de quien habita el cielo;
algunos sueñan que el mar es un dios
colérico o dormido,
fuerte o, tal vez, vencido.
¿No son ellas olas, mar y montañas?
¿No son mujeres las que pastorean
las nubes en los cuentos infantiles?
¿Qué loco imaginó que Dios pudiera
ser en algún momento otra cosa
que puro amor de madre,
de amiga, esposa, hermana?
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