La luna ha recorrido
la mitad del camino
hacia la oscuridad.
Entre el Sol y la Tierra
construye una sombra
sobre ríos y bosques.
Una sombra que pronto
a todos cubrirá.
Esa luna que cada día muere
un poco más.
Esa noche que cada luna crece
y se ennegrece.
Ese cielo sin luna, las tinieblas
y gran maldad.
Esos bosques de barro, viento y nieve
donde algunos aguardan
que otro les diga que han de empezar
a morir y a matar.
Los bosques de silencio y humedad.
"¿Fue aquí que la besé?"
"¿Dormí allá, por esa rama trepé?"
La hierba nada sabe de la guerra
que la noche sin luna alumbrará.
Engrasa bien cadenas y engranajes,
que rueden raudos sobre los helechos,
que aplasten margaritas y azucenas,
quebranten los troncos, salven las zanjas,
lleguen a las puertas de las ciudades
y crucen los parques abandonados.
Que nadie sepa que dentro de ellos,
en la panza de esos monstruos grises,
habitan hombres, mujeres... hermanos.
Que nadie se entere que al disparar
algunos lloran.
Cada noche contempla
la luna entre nubes
y ruega que se acabe
su lento reclinar.
¡Detente Luna!
¡Deja ya de menguar!
No quiero que llegue la noche negra
que a punto está ya casi de empezar.