El otro día, Jose Zúñiga nos regaló con una serie de exquisitos haikus. Estos me animaron a escribir lo que sigue. No son haikus lo que aquí pongo, porque, me parece, el haiku no debe rimar y estos sí que riman. Además, el último tiene cuatro versos y dieciocho sílabas, en vez de los tres versos y diecisiete sílabas canónicas; pero -lo reconozco- me gustó el resultado, así que, a falta de que se me ocurra cosas mejores, lo recupero para aquí.
vente del otro lado
del negro mar.
Vente mi amor,
que se detenga ya
este llorar.
Vente mi amor,
que en las olas comienza
a sombrear.
Vente mi amor,
que empiezo ya a dejar
de imaginar
te.
2 comentarios:
Ya me lo habías dejado en mi blog, pero aquí luce más. Más que una serie de haikus yo lo llamaría poema en ¿tercetillas? No sé, como he comentado por ahí, habría que buscar un nombre para esta estrofa que, sin ser estrictamente haiku, se asemeja mucho. Tercetillas orientales, creo que dije.
En cualquier caso, un buen poema.
Muchas gracias, Jose. He estado fuera unos días y me había quedado colgado tu comentario sin responder. Tercetillas está bien y tercetillas orientales todavía mejor. El auténtico haiku es fascinante; y, creo, extraordinariamente difícil; pero sobre ese molde se pueden construir algunas cosas. La combinación de versos de cinco y siete sílabas da mucho juego, tanto con rima como sin rima. Me imagino, además, que trasladar una forma poética del japonés al castellano debe tener sus costes. No tengo ni idea de en qué se basa la poesía en japonés, pero me extrañaría que se diera la casualidad de que juega con los mismos elementos que la rima en castellano.
Me quedo con lo de tercetillas orientales, que me ha gustado; aunque el tema es más bien provenzal. Ahora que he vuelto a leer la entrada tras unos días me ha sonado a cosa de trovadores.
Un abrazo, amigo.
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