Un manto negro pálido, rosado
en azul se transforma poco a poco.
Gotas de rocío en el pelo toco,
vibra en el cielo un gemido ahogado,
de los labios el hueco ya cerrado.
Son dioses antiguos los que yo invoco,
son males eternos los que revoco
en el aire puro transfigurado.
Que el rayo primero de la mañana
selle el sacramento de nuestro amor.
Que esta aurora sea luz que sana
de olvidos y reproches el ardor
y que al saber la oscuridad cercana
la esperemos juntos y sin temor.
jueves, 21 de agosto de 2008
domingo, 17 de agosto de 2008
Noche
Fría, cubierta por ceniza
sola y oscura presencia.
Inmenso espacio desolado
giran furtivos entre ruinas
sin tocarse, sin mirarse;
los ojos hacia adentro, ansiosos.
El silencio aquieta las aguas,
desciende el alma a lo profundo
y allí se deshace
fluyen oscuros los glaciares,
hielo silente que penetra
en las entrañas de la tierra.
No hay recuerdos;
tan solo una noche sin día,
sin ayer, sin mañana, sin hoy.
Una existencia vaporosa, cenagosa.
Negro en el cielo, silencio,
y, en el último rincón del pensamiento,
una risa,
verde y rojo,
la brisa.
¿Un consuelo?
No,
tan solo el eco
de por lo que allí fueron.
sola y oscura presencia.
Inmenso espacio desolado
giran furtivos entre ruinas
sin tocarse, sin mirarse;
los ojos hacia adentro, ansiosos.
El silencio aquieta las aguas,
desciende el alma a lo profundo
y allí se deshace
fluyen oscuros los glaciares,
hielo silente que penetra
en las entrañas de la tierra.
No hay recuerdos;
tan solo una noche sin día,
sin ayer, sin mañana, sin hoy.
Una existencia vaporosa, cenagosa.
Negro en el cielo, silencio,
y, en el último rincón del pensamiento,
una risa,
verde y rojo,
la brisa.
¿Un consuelo?
No,
tan solo el eco
de por lo que allí fueron.
domingo, 10 de agosto de 2008
Sombras
En el centro de la ciudad
hay edificios de cristal.
Están llenos de personas.
Silenciosos ascensores
las llevan a las alturas
y allí,
desde salas y despachos,
miran la ciudad,
tendida a sus pies.
Llegan temprano,
se van de noche
cargados de papeles,
importantes.
Vienen de muchos lugares:
de barrios obreros
de aceras estrechas
y edificios altos;
de casas elegantes,
con piscina y criada.
Todos son iguales,
quieren una sombra
en el mundo de los hombres.
Follan entre ellos
(para ligar
no hay tiempo).
Son inteligentes,
trabajadores,
sensibles.
Algunos escriben poesías,
en sus ordenadores plateados;
y luego las cuelgan
en algún blog olvidado.
Pero no les hacen caso
-a sus poesías-;
lo que cuenta es su sombra
en el mundo de los hombres.
Y un día desaparece la sombra
y piensan que ya no están
que ya no son;
pero su carne, su sangre ahí sigue;
es el sol el que se ha apagado
porque llega la noche.
hay edificios de cristal.
Están llenos de personas.
Silenciosos ascensores
las llevan a las alturas
y allí,
desde salas y despachos,
miran la ciudad,
tendida a sus pies.
Llegan temprano,
se van de noche
cargados de papeles,
importantes.
Vienen de muchos lugares:
de barrios obreros
de aceras estrechas
y edificios altos;
de casas elegantes,
con piscina y criada.
Todos son iguales,
quieren una sombra
en el mundo de los hombres.
Follan entre ellos
(para ligar
no hay tiempo).
Son inteligentes,
trabajadores,
sensibles.
Algunos escriben poesías,
en sus ordenadores plateados;
y luego las cuelgan
en algún blog olvidado.
Pero no les hacen caso
-a sus poesías-;
lo que cuenta es su sombra
en el mundo de los hombres.
Y un día desaparece la sombra
y piensan que ya no están
que ya no son;
pero su carne, su sangre ahí sigue;
es el sol el que se ha apagado
porque llega la noche.
domingo, 3 de agosto de 2008
Encarnación
La ola que golpea el acantilado,
el pino que en la montaña se mece,
el castaño que en el valle envejece;
simples reflejos del Mundo vedado.
Un recuerdo antiguo le ha despertado.
Ya desde lo hondo el espíritu crece;
a su paso la roca se estremece,
tiembla el aire al percibirse encarnado
Se abrazan los amantes entre helechos;
sus cuerpos desnudos, humedecidos,
descansan junto al río satisfechos.
No saben que donde yacen, perdidos,
agua, mar y fuego son de nuevo hechos
y están en su amor por un dios servidos.
el pino que en la montaña se mece,
el castaño que en el valle envejece;
simples reflejos del Mundo vedado.
Un recuerdo antiguo le ha despertado.
Ya desde lo hondo el espíritu crece;
a su paso la roca se estremece,
tiembla el aire al percibirse encarnado
Se abrazan los amantes entre helechos;
sus cuerpos desnudos, humedecidos,
descansan junto al río satisfechos.
No saben que donde yacen, perdidos,
agua, mar y fuego son de nuevo hechos
y están en su amor por un dios servidos.
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