Noviembre es el más triste de los meses.
El bullicio de abril es ya un recuerdo,
confusos los deseos incumplidos.
Han perdido sus pétalos las flores
que mayo nos había regalado.
Entre la arena, húmedos pañuelos,
abandonados en noches de junio,
se agitan y deshacen en el viento
que nos trae, desabrido, el otoño.
Sobre nuestras cabezas coronadas,
brilla la luz refulgente de julio
que ahora solo es un destello débil,
ribete sobre montañas lejanas.
Agosto y sus certezas ya se fueron,
mientras se quedan la lluvia y el frío
que vinieron con los primeros días
de aquel septiembre enfebrecido y fiero.
Se va alargando la noche en octubre,
pero...
Noviembre es el más triste de los meses.
Anuncian las sombras el fin del año,
sin que sea su término esperanza,
sin temblar aún por la cercanía
del lecho, de lo trágico o divino.
La lluvia penetra inmisericorde
y se suceden las noches sin día.
La ropa mojada junto a la lumbre,
gotas de agua profanan la entrada,
en el cristal se apaga la borrasca,
vencida ante la casa inquebrantable.
Horas extraordinarias, exámenes,
monotonía del breve remanso
en el que se desarrolla la vida.
Un noviembre inconcluso y repetido
aguarda los encuentros y memorias,
feliz ajetreo, reproches, prisas,
huella de noches calmadas, tranquilas.
Aguarda...
diciembre, del año el mes más feliz.
No importa ya lo que pudo haber sido.
Bullicio, flores, playas, luz, certezas
se mezclan con la lluvia y con el frío.
En el final, casi todo se entiende.
Mirada lenta, sonrisa apagada,
apenas cubre el rescoldo de chispas
que encendió la primavera lejana,
ardieron en el rotundo verano,
cruzaron el destemplado noviembre,
llegaron a las semanas que acaban
el tiempo alegre de nuestra esperanza.
Son éstas semanas que valen años,
palabras que nos recuerdan empresas,
luchas y porfías, lágrimas viejas,
victorias, alegrías y desdichas;
juvenil confianza, madura entrega,
temblor en el declinar de la vida.
Confía.
Confía en estos días sin urgencias,
confía en la familia que te espera,
confía en el amigo que te envía
un ingenuo poema navideño.
Confía en que la sopa esté caliente
y en que se sirva el cava en copa alta,
en que sepan a infancia los turrones
y haya juguetes nuevos bajo el árbol.
No temas en el año que termina
la luz deslumbrante de un nuevo día.
La Navidad es tiempo de volver,
de volver a la casa inquebrantable,
a los campos de glorias coronados,
a la arena de playas en verano,
a las flores que canta el mes de mayo,
al bullicio del recreo en abril.
Y ahora cena y descansa, recógete;
que tus recuerdos sean manta, duerme.
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