… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará nostáljico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
Me atrapó su musicalidad y lo que decía; pero mi sentimiento no era el mismo. Sobre el mismo fondo, lo que yo diría es otra cosa.
Esto.
Y la muerte es que desaparezcan
los árboles y los pozos, tan blancos;
que ya no sean los pájaros grises
ni la música de los campanarios.
La muerte es que morirán los que quiero
y el cielo azul, de pronto, ya será
oscuridad.
La muerte no deja rastro ni amigos,
ni senda recorrida ni testigos.
Dame, vida, un momento
para soñar que al cruzar el cristal
lo que se queda aún seguirá.
Dame, vida, un segundo
para crear cielos que no veré,
vidas que tras de mí perdurarán.
Dame, vida, un instante,
para pensar que esto que te ofrezco
para otros, mis amigos, quizás
les servirá.
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