Parpadea el universo
y se ve entero, completo.
Desde el comienzo hasta este tiempo.
De la estrella a la hoja. Hierba, sol.
Cierra los ojos, los abre.
Respira, admira, sufre.
Se entiende y se lamenta.
Recrearse en cada mota de polvo.
Aguardar la próxima supernova.
Admirar tu pelo agitado al viento.
Todo se agota y se muere.
Renace y vive de nuevo.
Se pliega y dobla, se enrosca,
cae como cascada sobre ti.
Te rodea la luz, penetra el negro.
Mueve tu pecho el aire,
alzas los ojos, miras a lo lejos.
Tú eres chispa, destello, reflejo.
Ya casi nada.
Dejas de ser.
Tan solo un punto.
Menos.
Torrentes de luces cruzan el cielo,
estrellas veloces, un tiempo nuevo;
luna en el agua calma.
Amantes en la bocana del puerto,
medias bajadas, rocío y sudor,
contra el pecho un corazón golpeando.
Nada de lo que ha sido,
ha dejado de ser.
Todo es ahora.
Todo es aquí.
Universo encarnado,
en colibrí transformado.
Un par de ojos vivos
que a sí mismo se ven.
Para serlo todo, no eres nada.
Para serlo todo, desapareces.
Lo que es casi todo
a la nada se vuelve.
Por verse, muere.
Por ser, eres.
Soy.