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viernes, 4 de octubre de 2019

Obra

En el sol de la tarde
se levantan ciudades de hormigón
y de hierro.
Músculos y sudor.
Polvo en el aire, calor.
Brazos en hermandad
que juntan agua y arena,
alisan el cemento,
remueven el alquitrán.
En el calor de la tarde
se pegan las grasas a los zapatos
y desde los automóviles
ojos furtivos
de quienes van y vienen,
contemplan la calle rota y quebrada,
en lo que estaba oculto se detienen
y admiran la forma en que se rehace.
En la luz de la tarde
se apura la jornada que ya acaba.
Son los jefes coronados
por el resplandor del sol
que roza ya las azoteas blancas.
Los cascos limpios y la ropa cara.
Se mezclan con la brea
sin hundirse en el negro.
Ellos también construyen,
también levantan ciudades de acero
sin manchas grises de obra en los dedos,
sin cemento adherido a los cabellos.
Sus axilas no están húmedas
ni enrojecidas sus caras.
Es otra su hermandad...
o no, quizás.
Los que miramos y los que construyen.
No hay más.
Así ha sido, así por siempre será


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