que se empapen tus muslos de sal y olas,
que se llene tu vientre de amapolas
y que el agua tu pecho sumergiese;
si nadaras a donde nada hubiese,
donde habitan las almas que están solas
y lucen a la noche agrias farolas;
si el rostro un beso helado recibiese
y el frío del océano quemara
la piel que envuelve el corazón durmiente;
si algún día tal cosa te pasara,
y sólo te encontraras, impotente;
abre los ojos para ver la cara
del que en la mar nos mata, complaciente.
2 comentarios:
Sí, Rafael, la mar, irisada i obscura, empresona pregona la vida.
Un sonet rodó.
La mar contradictoria. Fuente de vida y de muerte. Quizás sean lo mismo.
Gracias por pasarte, Albert.
Publicar un comentario