Todavía el mundo es joven - pensaba.
Los milenios -destellos- se han consumido,
desde aquel soplo de brisa sobre el trigo,
aquella caricia en el rostro y en el alma,
la despedida en aquel partir incierto.
La muerte, entretanto, serena, esperaba,
aguardando el encuentro entre filo y cuello,
dejándose peinar por el suave viento
y gozando de la sombra del ciruelo;
deseando enrojecer el rojo fruto
con sangre, tibia y espesa, de un guerrero;
dejándose peinar por el suave viento
y gozando de la sombra del ciruelo;
deseando enrojecer el rojo fruto
con sangre, tibia y espesa, de un guerrero;
presta, también, para ceder la guadaña,
que segará la vida de quien escucha,
tranquilo y descuidado, soplar el viento,
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