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lunes, 30 de agosto de 2021

Eterno

El reflejo del sol en una hoja
casi al final del día
es breve, delicado, evanescente...
Pero, en realidad, ese leve destello
es, como todo, eterno.
No existe ningún segundo en el tiempo
que no acoja ese rayo de luz,
el resplandor dorado que acabo de admirar.
Encontramos en cada nuevo instante
todo lo que ha pasado
y lo que pasará.
Quien ha vivido tan solo un minuto
ya ha vivido toda la eternidad.
Deja atrás la ilusión:
no hay comienzo, no hay tampoco final.
El vuelo de una mosca, nunca se borrará.



domingo, 22 de agosto de 2021

Silencio

El olor del jazmín y la artemisa
se mezcla con sudor, aliento y lana.
Anhelo el cristalino azul del cielo,
la nítida silueta de los árboles,
el tacto puro y simple de las cosas,
unas flores en la mano desnuda,
roces, miradas, caricias furtivas...
Deseo que un día al mundo liberen
de los guantes y las rejas de tela,
de barrotes y sangre en las aceras.
Ahora nos han impuesto el silencio.
La noche no tendrá ya ningún sueño,
el día empezará y acabará
entre niebla y sin deseos.
Permíteme, Señor,
olvidar que en un tiempo
hubo largos paseos solitarios,
hubo risas y encuentros.
No permitas que mi alma recuerde
que tuve años con futuro y sueños.
...
Pero no, mi Señor,
si yo misma renuncio a los recuerdos,
si en esta cárcel dejo de soñar,
si entierro en el olvido lo que fui
¿quién lo podrá cambiar?
Olvida Señor mis pobre requiebros,
consérvame la luz y el corazón,
deja abierto el manantial de esperanza,
que viva en mí la persona que soy.
No permitas que esa esclava ocupe
el brillante jardín de mis mayores.
Dame las fuerzas para resistir,
valor para a mis hijas enseñar
qué es el cristalino azul del cielo,
la nítida silueta de los árboles,
el tacto puro y simple de las cosas.
Concédeme el tiempo preciso para
que gocen de roces, miradas, noches
y caricias furtivas.
Te pido Señor la sabiduría
de convertir mi forzado silencio
en palabra que llegue y que retumbe
en las casas de quienes nos someten,
en las almas de quienes nos abandonan.
...
Mi tiempo será breve,
se acumulan las piedras ante mí,
mis gemidos romperán el silencio;
pero tú que me oyes,
jura que mi nombre no olvidarás,
jura que a mis hijas ayudarás,
que olerán el jazmín y la artemisa,
quitarán los barrotes de su cielo,
escucharán sus voces cristalinas,
y en sus vidas rebosarán los sueños.
Y, si quieren, podrán aguardar a la noche
recostadas en el tronco de un roble,
en un recodo del viejo camino,
con la cara desnuda, una flor en la mano
y solo acompañadas por mi nombre y recuerdo.




domingo, 8 de agosto de 2021

Felicidad

Ven cuando se adivina la penumbra,
cuando se desvanecen los colores,
cuando la noche llega del este
y en el cielo se mezclan
el día que ya fue,
la noche, otra mañana cercana.
En la rotonda se cruzan las luces
de coches que vienen de tantos sitios;
de donde veníamos ya cansados
a esta misma hora de la tarde
con amargor en los labios, vacío
helado y seco, muerto, derrotado.
De donde venimos ahora raudos,
con la sonrisa en la boca y ya llenas
las manos de postales que enviaremos
a entrañables compañeros soñados
en hermosos universos de plástico.
Un futuro perfecto reservado
en un pasado gozoso, olvidado.
Ven cuando no haya ninguna luz,
cuando lo que vemos es un reflejo,
una recreación,
tan solo un sueño.
Juntemos las cosas que aún tenemos,
contemos monedas de veinte céntimos,
libros infantiles y las memorias
que para nosotros nos inventamos.
Deja que la noche se vuelva blanca,
que se desvanezcan esas estrellas
que nunca contemplábamos,
que la hierba se torne celofán
y que nos quedemos solos
como cuando empezamos.
Sabemos que el tiempo no volverá
a aquella cena final,
una mirada seria y asustada,
el fin de unos años.
Lo que hemos perdido está enterrado,
dejemos que se pudra,
que se mezcle en la tierra
unido a las raíces del olivo,
al olor del jazmín en el verano.
Que su fragancia amarga nos envuelva
en las noches templadas del otoño,
que se macere en nuestros corazones
con risas y placeres y recuerdos
hasta que el sufrimiento se transforme
en trago familiar y cotidiano.
El mundo habrá cambiado.
Osaremos cortar el grueso lazo
que envuelve el paquete que no esperábamos.
Abriremos la caja de cartón,
tiraremos al suelo los papeles
y extenderemos manos impacientes.
Danos, Señor, aceptar el regalo.
En la vida no hay nada que no sea
pura felicidad.