Noche verde, noche negra.
Jóvenes que se abrazan
en trajes que eran nuevos
esa misma mañana.
Emocionadas madres con cariño
los habían sacado de sus fundas,
y extendido en camas abandonadas.
Ahora están arrugados, manchados,
con ceniza y lamparones.
Antes que llegue el día probarán
saliva y estertores.
Bajo la luna se abrazan los jóvenes.
Piel con piel, un leve sudor, rocío.
Los ojos húmedos y enrojecidos
las corbatas deshechas,
las blusas agitándose,
zapatos dejados sobre la hierba.
Se mezclan los recuerdos,
partidos y salidas,
peleas infantiles,
coqueteos furtivos,
estudios y carreras.
Una vida entera.
Suena la gaita a la sombra de piedras
grises y esmeraldas, tristes
porque el tiempo pasa,
el pantalón se alarga,
los deseos cambian
y a la vuelta de la esquina
ya espera la noche oscura, serena.
Pero no bajo esta luna antigua.
Hoy dejemos que la vida desborde
gargantas y corazones.
Estos son días que valen por años,
que resumen lo que fuimos,
que cierran puertas y abren dolores.
Estos son días que recordaremos
otras noches bajo lunas serenas,
otros días de fiesta
y también de alegría.