Cuando a extinguirse empieza ya la noche,
cuando ya la humedad cala los huesos,
cuando el soplo del viento apaga besos
y los ojos dibujan un reproche;
te arrepientes de haber puesto este broche
a una noche de música y excesos.
Sientes la fría pena de los presos
que en su celda imaginan cada noche
una sábana blanca y una manta.
Por encima de los tejados ves
un tenue carmesí que se levanta,
que recuerda tu nombre, y donde estés
la voz oyes de nuevo que te canta
una nana sentándose a tus pies.
viernes, 31 de octubre de 2008
lunes, 13 de octubre de 2008
jueves, 2 de octubre de 2008
Dioses
Los dioses le arrojaron a un bosque oscuro,
y se escondieron.
Los buscaba; pensaba que ellos jugaban.
Todo le recordaba su casa,
donde nunca había estado.
Una hoja era una real barcaza.
El viento traía el aire del Olimpo,
de la nieve virgen y blanca.
El sol hacía brillar un palacio de oro,
con jardines eternos,
vagos atardeceres
y rincones amenos.
Y, sobre todo, el amor,
multiplicador.
Esperaba con el corazón henchido,
latiendo.
Noventa y nueve, cien.
Despertó
en el silencio
de aquel bosque oscuro
de su nacimiento.
Y fue entonces cuando supo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)