El reflejo del sol en una hoja
casi al final del día
es breve, delicado, evanescente...
Pero, en realidad, ese leve destello
es, como todo, eterno.
No existe ningún segundo en el tiempo
que no acoja ese rayo de luz,
el resplandor dorado que acabo de admirar.
Encontramos en cada nuevo instante
todo lo que ha pasado
y lo que pasará.
Quien ha vivido tan solo un minuto
ya ha vivido toda la eternidad.
Deja atrás la ilusión:
no hay comienzo, no hay tampoco final.
El vuelo de una mosca, nunca se borrará.
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