Súbita luz que me rodea, toda;
los párpados cerrados;
inicio de un ascenso.
Flota en la noche.
Tersos canalillos de sangre rosa
contra el blanco y la carne.
Tu peso se diluye en la cabina,
que sisea cortando el aire negro.
Si ella llegara y tú ya no estuvieras,
si te visitara, ¿lo sentirías?
¿o tan solo desaparecerías?
En las noches siniestras en que viajas
estás tan profundamente cansado
que si no fuera por los otros,
los otros pasajeros, claro;
te dormirías.
¡Adiós!
10 comentarios:
Este viaje en avión transporta al más allá. Es adios final ya justifica todo el poema. Espléndido.
tal vez lo sentirìa y lo verìa, solo que nadie se darìa cuenta...
¿o no?
abrazos
Un sabor extraño la última palabra leída, absorbida en el viaje que no retorna, que consigo va... La palabra, basta una para terminar o emprender el vuelo.
Con cariño te saludo, Rafael.
Entre el blanco y la carne se forma una cámara secreta cuya luz rechina y duele.
Gracias, José. Si es que volar siempre tiene algo de sobrenatural. Un abrazo
Hola Adelfa, sería tremendo que nadie se diera cuenta. Esto creo que me daría para una continuación. Me lo apunto. Gracias. Un abrazo, amiga
¡Querida Rosa! ¡Qué alegría verte por aquí! ¡Cuánto tiempo! Como dices, una sola palabra puede servir para terminar o emprender. Curiosamente en nuestro caso este "¡Adiós!" nos ha unido, separados como estábamos desde hace tamto tiempo. Un fuerte abrazo te envío
¡Dios mío, Meri Pas! ¡qué hermoso lo que dices! "Luz que rechina y duele". Me da que pensar. Ojala lo pueda utilizar en algún momento. Gracias. Un abrazo
Tu viaje, ¿sideral?, me ha conmocionado.
Un abrazo.
Hola Socorro, no tanto como sideral; en realidad, tan solo el despegue en un avión de pasajeros en las primeras horas de la noche. Un abrazo.
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