El viernes pasado Eugenia Rico propuso en su facebook un juego que me pareció divertido; ella escribía el principio de una historia y luego quien quisiera la continuaba. Fuimos varios los que nos animamos a jugar y durante esta semana han ido apareciendo en la página de facebook de Eugenia las distintas continuaciones en distintas entregas. Como las continuaciones han ido apareciendo en forma de comentario a distintas entradas el resultado es un tanto caótico, por lo que a Eugenia Fernández Checa (otra de las participantes) y a mi nos ha parecido que podía ser buena idea colgar los relatos acabados en algún blog para que fuera más fácil leerlos. Ella ha colgado el suyo aquí y yo cuelgo el mío aquí.
El capitán se alzó y comenzó a contar su historia. Eran dos mujeres muy hermosas y viajaban solas en un camarote de primera clase. Eran hermanas pero parecían madre e hija porque una de ellas estaba muy enferma. La que no estaba enferma era la mujer más hermosa que había visto en mi vida. (Eugenia Rico)
Y sin embargo, fue de su hermana de la que me enamoré. Cuando las invité a mi mesa sonreía ante los platos que no podía siquiera probar y me miraba con ojos dulces y lejanos: Parecía decirme: "no me desees, ya no soy de este mundo"; pero yo me hundía en ellos sin poder evitarlo.
Cuando cruzamos el Ecuador la besé bajo la noche de dobles estrellas. Creí tener entre mis brazos un pajarillo.
Murió antes de llegar a nuestro destino. Su hermana no se opuso a que entregáramos su cuerpo al mar. "Mejor así -dijo- "sin lápida que la recuerde".
La miré sorprendido, mis ojos enrojecidos se fijaron en los suyos, fríos, tan parecidos a los de su hermana y, sin embargo, tan diferentes... (el relato completo aquí)
Cuando llegaron a Berlín había transcurrido más de un mes desde que habían puesto el pie en Calais...
(...) Por supuesto que Sara tenía más preguntas; pero todos sabían que la entrega de aquel papel era el punto final de la entrevista. Un taxi, cortesía de los Bülow les esperaba a la puerta para llevarlos hasta el hotel. Se había hecho tarde, la noche venía del Este y devoraba las calles y el corazón de Sara.
La brisa hacia flamear levemente las cortinas y el sol se colaba por las rendijas que iban dejando en su ir y venir. La habitación estaba en calma, se oían amortiguados trinos de pájaros que venían desde el patio del hotel y más allá aún un leve rumor de conversaciones en las que se mezclaban los idiomas. Pero todo eso estaba lejos; allí, en la habitación, tan sólo existía la luz cálida de la mañana y el suave devenir del tiempo en el que uno puede gozar sin prisas del calor de un rayo de sol sobre la piel desnuda... (también puede leerse aquí)
El sol del verano golpeaba con fuerza la superficie de la laguna veneciana. La luz era tan intensa que semejaba niebla que cubriera los edificios de la ciudad frente a ellos. Sebastian y Sara paseaban protegidos por sombrillas y gafas de sol cerca de la terminal del Vaporeto...
(...) Sabía que su historia estaba construida sobre mentiras: o bien le había mentido Ana, o bien mentían los papeles que decían que ella era su madre; había mentido el capitán cuando le había ocultado que su padre vivía y quizás habían mentido también Heinrich y Magdalena. Y ciertamente, ella también había mentido, y ella también mentía. El impulso de averiguar la verdad había sido poderoso, muy poderoso; pero la mentira parecía consustancial a su historia; la había acompañado desde antes de nacer, y ni siquiera fue capaz de intentar averiguar la verdad sin mentir.
En todo el mar de mentiras que la rodeaban solamente había dos cosas ciertas: su padre era Carl Bülow y ella estaba embarazada; pero esto último aún no se lo diría a Sebastian, mentiría un poco más.
El capitán se alzó y comenzó a contar su historia. Eran dos mujeres muy hermosas y viajaban solas en un camarote de primera clase. Eran hermanas pero parecían madre e hija porque una de ellas estaba muy enferma. La que no estaba enferma era la mujer más hermosa que había visto en mi vida. (Eugenia Rico)
Y sin embargo, fue de su hermana de la que me enamoré. Cuando las invité a mi mesa sonreía ante los platos que no podía siquiera probar y me miraba con ojos dulces y lejanos: Parecía decirme: "no me desees, ya no soy de este mundo"; pero yo me hundía en ellos sin poder evitarlo.
Cuando cruzamos el Ecuador la besé bajo la noche de dobles estrellas. Creí tener entre mis brazos un pajarillo.
Murió antes de llegar a nuestro destino. Su hermana no se opuso a que entregáramos su cuerpo al mar. "Mejor así -dijo- "sin lápida que la recuerde".
La miré sorprendido, mis ojos enrojecidos se fijaron en los suyos, fríos, tan parecidos a los de su hermana y, sin embargo, tan diferentes... (el relato completo aquí)
Cuando llegaron a Berlín había transcurrido más de un mes desde que habían puesto el pie en Calais...
(...) Por supuesto que Sara tenía más preguntas; pero todos sabían que la entrega de aquel papel era el punto final de la entrevista. Un taxi, cortesía de los Bülow les esperaba a la puerta para llevarlos hasta el hotel. Se había hecho tarde, la noche venía del Este y devoraba las calles y el corazón de Sara.
La brisa hacia flamear levemente las cortinas y el sol se colaba por las rendijas que iban dejando en su ir y venir. La habitación estaba en calma, se oían amortiguados trinos de pájaros que venían desde el patio del hotel y más allá aún un leve rumor de conversaciones en las que se mezclaban los idiomas. Pero todo eso estaba lejos; allí, en la habitación, tan sólo existía la luz cálida de la mañana y el suave devenir del tiempo en el que uno puede gozar sin prisas del calor de un rayo de sol sobre la piel desnuda... (también puede leerse aquí)
El sol del verano golpeaba con fuerza la superficie de la laguna veneciana. La luz era tan intensa que semejaba niebla que cubriera los edificios de la ciudad frente a ellos. Sebastian y Sara paseaban protegidos por sombrillas y gafas de sol cerca de la terminal del Vaporeto...
(...) Sabía que su historia estaba construida sobre mentiras: o bien le había mentido Ana, o bien mentían los papeles que decían que ella era su madre; había mentido el capitán cuando le había ocultado que su padre vivía y quizás habían mentido también Heinrich y Magdalena. Y ciertamente, ella también había mentido, y ella también mentía. El impulso de averiguar la verdad había sido poderoso, muy poderoso; pero la mentira parecía consustancial a su historia; la había acompañado desde antes de nacer, y ni siquiera fue capaz de intentar averiguar la verdad sin mentir.
En todo el mar de mentiras que la rodeaban solamente había dos cosas ciertas: su padre era Carl Bülow y ella estaba embarazada; pero esto último aún no se lo diría a Sebastian, mentiría un poco más.
6 comentarios:
Me lo imprimo. Ya te contaré, esto del relato es una de mis asignaturas pendientes.
Abrazo
Fantàstico, visualizo una novela con todas las de la ley...lo ùnico que me ha sorprendido - no se hubo cambio de escritor-es que Sebastian de repente fuera medio calvo, fofo y panzòn..jajaja, yo lo imaginaba un hombre atractivo.
abrazos amigo
Hola Jose, a ver si tienes un momento y lo puedes leer, me gustaría saber tu opinión. Abrazos
Ja, ja, Adelfa. No, no hubo cambio de escritor, Sebastian es así desde el principio. Si te fijas en ningún momento digo que sea atractivo y no lo describo antes del momento que tú comentas. Me alegro que te haya gustado. Abrazos.
Me ha gustado el relato, Rafael, se lee con ganas y con interés este relato de corte clásico, su factura es impecable, el ritmo no decae en ningún momento y recrea ambientes y personajes sin artificios. Tal vez sólo me sobre ese pasaje parisino en que pasean ambas hermanas con el presunto padre, parece como una cuña innecesaria.
La historia está bien trabada y tiene su intríngulis. Me ha recordado a alguno de eso cuentos breves de gran Stefan Zweig. Y ese final que todo lo cierra pero lo deja todo en el aire, espléndido. Como espléndida es esa expresión, ”mar de mentiras”, tan coherente con una historia que nace y muere en el mar.
Tiene razón, Adelfa, si de algo peca este cuento es de tener aliento de novela. Y, en efecto, nunca dijiste que Sebastian fuera esbelto y guapo. Reservas para el final su aspecto poco atractivo y todo se entiende mejor: otro acierto.
Abrazo
Gracias Jose por la lectura y los comentarios. Me es muy difícil imaginar cómo se ve y sigue el relato "desde afuera", por eso que me digas que el ritmo se mantiene me viene muy bien, esta es una cuestión que yo no sabría juzgar en absoluto. Me imagino que le pasa a todo el mundo, nunca puede ver lo que escribe como lo ve cualquier otra persona.
Cuando estaba por la mitad del relato a mi también me vino a la cabeza el nombre de Stefan Zweig. Tengo que confesar que me encanta su estilo, la trabajada sencillez de su estilo (al menos la que resulta de su traducción al castellano). Creo que inconscientemente (al principio, luego conscientemente) "copiaba" o intentaba copiar esta forma de escritura.
Seguramente tienes razón en lo del fragmento parisino. Cuando lo incorporé pensé que el final sería otro y que el relato sería más largo. En función de aquello me venía bien; pero al haber cambiado el final sobre el que tenía previsto probablemente ha perdido el sentido que tenía inicialmente.
Un abrazo y gracias de nuevo.
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