Esa luz que imagino no veré.
No me deslumbrará el mar celestial.
La presencia de Dios no está al final.
Ni montaña ni astros cruzaré.
Como toda persona, moriré
y al dejar tras de mí el postrer umbral
o erraré como sombra fantasmal
o hielo o fuego o nada no seré.
Entrego mi aliento a nuestro amor puro.
Cambio el Paraíso por este libro
y pago por ello el óbolo oscuro.
Por cantarte, cuerpo y alma desfibro.
Cien mil vidas en el hoyo más duro
vale el gozo con el que ahora vibro.
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