Detesto las bufandas,
detesto los fulares,
detesto los pañuelos palestinos.
Detesto todo lo que se retuerce
y rodea los cuellos,
y cae desvaído
sobre los pechos vacíos.
Superfluos los adornos
que tapan lo que importa.
Yo quiero un cuello desnudo. Y altivo,
sin temor a la soga, a la cuchilla,
al viento, al frío, al paso de los años.
Yo quiero un cuello esbelto.
Tu cuello
es lo que quiero.
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